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Las vitrinas están vacías, desnudas de sus preciosos contenidos, que se han ido. Objetos de valor incalculable que una vez adornaron el Museo Nacional de Damasco provenientes de las decenas de culturas y religiones que conforman el patrimonio de Siria, únicos en el Medio Oriente, han desaparecido, dejando nada más que estantes polvorientos detrás.
Sin embargo, el profesor Abdulkarim Maamoun, el Director General de Antigüedades y Museos, lo cuenta como un éxito y el fruto de uno de los mayores proyectos de preservación de la historia. El personal comenzó a esconder tesoros del museo hace más de dos años, cuando la guerra se intensificó por primera vez en Siria. Lo mismo se hizo en casi todos los museos de todo el país.
Por razones obvias, el profesor Maamoun no dice dónde están los tesoros que se han extraído del museo, pero si que confía en que se mantienen fuera del alcance de casi cualquier amenaza. Los Archivos Nacionales en el centro de Damasco también se han trasladado a un lugar secreto.
“No queríamos vivir la experiencia de Irak aquí”, dijo en una referencia lacónica a la catástrofe que afectó a Bagdad en abril de 2003, cuando el Museo Nacional de Bagdad fue saqueado y los Archivos Nacionales incendiados mientras soldados estadounidenses miraban pasivamente.
Mientras que algunos medios de comunicación sobre la crisis de Siria han puesto de relieve el saqueo de sitios arqueológicos, el profesor es un “hombre que ve el vaso medio lleno.” Con el optimismo y la energía que han caracterizado su liderazgo en la operación de rescate masivo, cree que, dada la escala de la guerra, la preservación de la cultura del país es en realidad una historia de buenas noticias. “Tenemos 300.000 objetos entre los 34 grandes museos de todo el país. Hemos conseguido asegurar el 99 por ciento de ellos. Puedo darle una garantía de que a pesar de todo el drama y el sacrificio en Siria, el problema de rescatar nuestro patrimonio ha sido resuelto.”
Él personifica en sí mismo la riqueza de la sociedad siria. Si bien la mayoría de los sirios se resisten ante preguntas sobre de qué secta o grupo étnico provienen, el Dr. Maamoun lo dice incluso sin ser preguntado, “Mi padre era armenio, mi madre kurda. Así es Siria.” Durante muchos años, fue profesor de arqueología en la Universidad de Damasco, hasta 2012, cuando fue reclutado para dirigir el Museo y preparar un plan de acción para salvar los tesoros del país, encargo que él consideró como de emergencia nacional, necesario para proteger la propia identidad y la memoria del país.
El resultado fue un enorme proyecto en el que el ejército sirio ha desempeñado un papel importante. “Tan recientemente como hace dos semanas, un convoy militar llevó custodiados 6.000 objetos de Homs a Damasco”, dijo. “Varios objetos fueron transferidos de Deir ez Zor en helicópteros que también llevaban los cuerpos de los soldados muertos.”
La pérdida más grande fue en Raqqa, la sede del grupo militante, donde el museo local sólo logró conservar algunas piezas. Más de 500 piezas fueron robadas del banco Central, donde habían sido puestas en cámaras acorazadas. Un museo de folklore en Deir Atieh fue saqueado y una caja cargada de armas y pistolas antiguas desapareció.
El museo en Hama perdió una estatua de oro arameo del siglo VIII.
Incluso en Raqqa donde el IS se ha ganado una reputación temible por su barbarie, el personal local del Departamento de Antigüedades ha podido seguir funcionando. Ayudado por líderes de la comunidad tribal y otros, que están tratando de negociar con los militantes y recordarles que el patrimonio es anterior al país y durará más que cualquier régimen político, y deben ser protegidos y no destruidos o vendidos en el extranjero.
La guerra ha dañado un gran número de edificios en toda Siria. El alminar del siglo XI de la mezquita Umayyid en Alepo ha colapsado y parte del patio central está en ruinas después de ser golpeado por un proyectil. La ciudadela que ocupa el ejército sirio está dañada y los antiguos zocos cavernosos fueron reducidos a cenizas.
Sin embargo, otros sitios que solían ser los principales destinos para los turistas, como el castillo de los caballeros cruzados y la gran ciudad romana oasis de Palmira sólo han sufrido daños leves. “Se pueden recuperar con facilidad.” Lo mismo puede decirse del convento y monasterio en Maaloula”, dijo el Dr. Maamoun, con su confianza habitual.
Él se ha mantenido en contacto constante con la UNESCO en París, así como con procuradores en museos de toda Europa. Él presentó un plan en la UNESCO para la restauración de la fortaleza de los Caballeros en mayo de este año, tan pronto como el ejército sirio logró desalojar a los rebeldes que lo habían convertido en un punto de partida ideal para comandar el valle, al igual hicieron en su momento los cruzados.
Está orgulloso de la labor realizada por el personal local que han hecho lo mejor que pueden para proteger los lugares antiguos. Incluso ahora que se está negociando con un grupo de rebeldes armados para persuadirles para que dejen de ocupar la iglesia en ruinas de San Simeón, cerca de Alepo, ya que la ponen en riesgo de ataque o explosión.
Algunos monumentos antiguos han sido tomados por las personas sin hogar desplazadas por el conflicto.
El mayor problema es mantener los ladrones lejos de los lugares arqueológicos de Siria. La excavación ilegal se lleva a cabo a escala casi industrial en sitios como la gran ciudad de columnas de Apamea en el valle del Orontes y Ebla.
Bandas con vínculos criminales internacionales y una experiencia considerable se han colado por las fronteras de Siria con Turquía y Líbano para buscar tesoros. El pillaje ya sucedía antes del conflicto debido a la dificultad para pagar al personal suficiente para proteger todos los tesoros de Siria, pero con la guerra se ha producido una nueva ola masiva de criminalidad. el Dr. Maamoun ha distribuido imágenes a la Interpol y unos 6.000 objetos han sido recuperados, incluyendo monedas, estatuillas y piezas de mosaico, gracias al trabajo policial.
El jardín de esculturas del Museo Nacional de Damasco contiene ahora un pequeño grupo de capiteles corintios de Apamea que fueron descubiertos de contrabando en la frontera con Líbano. Situado a escasos 200 metros de la universidad, el jardín con sus árboles de ciprés, pino y eucalipto, es un refugio con sombra para estudiantes y parejas. Una pequeña cuota de entrada de 75 libras sirias (25 peniques) o 25 libras sirias mantiene a los estudiantes fuera de las calles congestionadas de tráfico.
Aunque el museo está cerrado, el jardín de esculturas sigue abierto con su gran colección de sarcófagos, piedras funerarias y estatuas romanas, la mayoría de ellas decapitadas por una oleada anterior de vándalos. El director del museo, dice que no hay modo de moverlos. Los sarcófagos son demasiado pesados para los saqueadores y las estatuas son “repetidas”, lo que para el profesor Maamoun significa que hay decenas de otras similares en otros lugares.
El edificio del museo se ha visto reforzado con puertas de acero macizo. Se ha puesto especial atención a la protección de uno de sus tesoros más conocidos, la sinagoga de Dura Europos del siglo III de nuestra era. Descubierta por los arqueólogos en 1932, sus paredes interiores están cubiertas con frescos sorprendentes que han sobrevivido por siglos, gracias a medidas bien planificadas de protección mucho antes de la guerra. La sinagoga estaba llena de arena antes de que los persas la invadieran pocos años después de su construcción. Hay unidades policiales estacionadas fuera del edificio que alberga la sinagoga durante todo el día y el museo ha instalado un sistema de contramedidas electrónicas para desactivar cualquier intento de detonar un coche bomba al lado de él.
El profesor Maamoun está en contacto permanente con su personal en todo el país, que lo contacta por correo electrónico con actualizaciones sobre nuevas amenazas. Han grabado todo el inventario de los museos de Siria electrónicamente y mantienen una base de datos sobre los daños y la destrucción que se actualiza regularmente.
Pero el trabajo es abrumador. El profesor Maamoun está esperando un reemplazo que se haga cargo para que pueda regresar a su trabajo universitario. “Estoy muy cansado. Siento que he sido el director aquí durante treinta años. Soy el director del museo más triste del mundo”, dijo con una triste sonrisa.”Todos los días recibo informes de robos y daños que tienen un efecto psicológico terrible para todo nuestro personal. Soy un tecnócrata, no un político. Pero tenemos que encontrar una solución política a esta guerra.”