El número de víctimas mortales de los terremotos de magnitud 7,8 y 7,5 que sacudieron Turquía y Siria en la madrugada del lunes ha superado ya las 11.000 personas.
La Organización Mundial de la Salud ha estimado que la cifra final se acercará a los 20.000 y que 23 millones de personas podrían verse afectadas.
El número de muertos en Turquía asciende a 8.754 y en Siria a 2.470, después de que el peor terremoto en décadas arrasara edificios, destruyera puentes y cortara el suministro eléctrico en toda la región.
Los supervivientes del seísmo han arremetido contra el Presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, por su lentitud a la hora de responder a la catástrofe.
El gobierno turco ha encarcelado a varias personas que han criticado la respuesta del gobierno en las redes sociales y ha advertido de que conservará los registros de las personas que difundan desinformación.

Se acerca el periodo dorado de rescate de 72 horas -el plazo en el que teóricamente es posible encontrar a un superviviente-, mañana a las 4 de la madrugada.
Mientras tanto, en el noroeste de Siria, una región ya de por sí vulnerable y devastada por el seísmo, los sirios siguen esperando ayuda y asistencia de búsqueda y rescate.
Se cree que miles de personas se encuentran atrapadas bajo los escombros, mientras que otras están a la intemperie bajo un clima gélido tras perder sus hogares y temer un tercer terremoto.
Las carreteras que conducen al paso fronterizo de Bab Al-Hawa, a través del cual se suministraba ayuda al último territorio controlado por la oposición en Siria, han resultado dañadas por el terremoto.
El gobierno sirio insiste en que toda la ayuda a Siria debe entregarse a través de Damasco, a pesar de que los países occidentales han retirado a sus embajadores de Damasco debido a la guerra.
Rusia ha utilizado su derecho de veto en la ONU para cerrar otros puntos de entrada de ayuda al noroeste de Siria.