La ayuda humanitaria por sí sola no puede salvar al Líbano.

Con la atención del mundo centrada firmemente en Ucrania, se han olvidado innumerables países en crisis, dejados a su suerte sin suficiente apoyo de la comunidad internacional.


Líbano es uno de estos países.


Décadas de corrupción y gastos excesivos por parte de la élite gobernante llevaron a Líbano al abismo. Desde 2019, la libra libanesa ha perdido el 98 por ciento de su valor, dejando los salarios sin ningún valor. Más del 80 por ciento de la población libanesa vive actualmente en la pobreza. Los servicios públicos y la infraestructura principal se han colapsado, y los hogares sufren una grave escasez de electricidad.


Además de todo esto, Líbano se enfrenta a una enorme oleada de emigración, principalmente de jóvenes y ciudadanos educados. En los últimos años, y especialmente desde la devastadora explosión de Beirut, muchos en Líbano han perdido toda esperanza en el futuro. La emigración en busca de un futuro mejor siempre ha estado en la psique libanesa, pero hoy en día, los jóvenes en Líbano están más ansiosos que nunca por emigrar.


Este estado de precariedad, donde la inseguridad es la norma y todos buscan una salida, no es sostenible. La crisis humanitaria cada vez más profunda en Líbano requiere una respuesta inmediata de la comunidad internacional.


En marzo, la Unión Europea anunció 60 millones de euros (65 millones de dólares) en ayuda humanitaria para "las personas más vulnerables" en Líbano. En un momento en que la crisis de Líbano está descendiendo rápidamente en la lista de prioridades globales y la mayoría de los fondos de ayuda internacional se están redirigiendo hacia Ucrania, este gesto de buena voluntad fue más que bienvenido. Sin embargo, la cantidad ofrecida está lejos de ser suficiente para sacar de la pobreza a los estimados cuatro millones de personas en el país que dependen de la ayuda humanitaria para cubrir sus necesidades más básicas.


Enviar asistencia humanitaria a Líbano es como poner una curita en una herida de bala. Puede proporcionar un alivio a corto plazo, pero no puede detener el sangrado ni salvar al paciente.


Lo que Líbano necesita hoy, además de ayuda humanitaria para satisfacer las necesidades inmediatas de las personas, es estabilidad política. Solo cuando se logre la estabilidad política, el país podrá comenzar a curar sus profundas heridas sociales y resolver sus crisis económicas crónicas.


Uno de los principales obstáculos para la estabilidad política en Líbano es el sectarismo. Las divisiones sectarias han decidido durante mucho tiempo el curso de la historia de Líbano y todavía impiden que el país alcance su máximo potencial y supere los numerosos desafíos políticos y económicos que enfrenta.


Las calles de Beirut fueron testigos de violencia sectaria incluso en octubre de 2021, cuando los enfrentamientos en el barrio de Tayouneh, a lo largo de la antigua línea del frente de la guerra civil entre barrios cristianos y musulmanes chiítas, resultaron en siete muertes y 30 heridos, dejando a muchos libaneses con miedo a un retorno a la guerra civil que devastó el país de 1975 a 1990.


Esto ocurrió a pesar de los recientes intentos ambiciosos de los libaneses de dejar atrás las divisiones sectarias en la historia.


En 2019, cientos de miles de personas salieron a las calles de todo Líbano para exigir el fin del sistema de gobierno sectario del país, que reserva cargos políticos para ciertas sectas. En respuesta a este clamor por una reforma sistémica, las elecciones de 2022 permitieron que miembros de movimientos políticos emergentes no sectarios ingresaran al parlamento en una victoria monumental para la sociedad civil libanesa. Sin embargo, desde las elecciones de 2022, no ha habido cambios sustanciales en la forma en que se gobierna el país ni en la vida de los ciudadanos libaneses que luchan.


Líbano solo puede salir de su crisis crónica dando pasos aún más audaces para superar las divisiones sectarias en la sociedad y fomentando aún más la inclusión en la política. Pero, como demostró el resultado de las protestas de 2019, los libaneses no pueden hacer esto solos. La comunidad internacional, además de proporcionar ayuda humanitaria a aquellos que luchan por satisfacer sus necesidades más básicas, también debería apoyar los esfuerzos de reforma política y social a largo plazo destinados a superar las divisiones sectarias. Esto es esencial para sacar al país de su situación catastrófica actual.


Desde la devastadora guerra civil de Líbano, los diálogos nacionales destinados a unir a las comunidades y brindarles espacio para construir un futuro unido se convirtieron en parte del tejido político y social de Líbano. Si bien estos diálogos resultaron indispensables para mantener la paz y la armonía en el país diverso, impulsados en gran medida por élites políticas reacias a reformar un sistema que les otorga poder, no lograron generar cambios significativos y sistémicos.


Esto significa que la sociedad civil debería desempeñar un papel fundamental en futuros diálogos nacionales y esfuerzos de reforma. Al apoyar un esfuerzo de diálogo nacional que incluya a todos los sectores de la sociedad, la comunidad internacional podría ayudar a las comunidades libanesas a discutir sus quejas que se remontan a la guerra civil, lo que podría ser un primer paso hacia la comprensión mutua y, eventualmente, el perdón. Los socios internacionales y los partidarios de Líbano podrían fortalecer aún más estos diálogos invirtiendo en educación para la paz, lo que podría ayudar a evitar que las futuras generaciones de Líbano repitan los errores de sus antepasados.


Los libaneses pueden superar sus divisiones, aprender a encontrar orgullo en lugar de angustia en la diversidad de su nación y revitalizar su economía con suficiente apoyo de la comunidad internacional.

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