Tras los terremotos, los sirios afectados por la guerra luchan por conseguir ayuda.

Tras años de guerra, los habitantes del noroeste de Siria afectados por los enormes terremotos se enfrentan a su nueva y cada vez peor realidad.
Una semana después de que los devastadores terremotos sacudieran el norte de Siria y la vecina Turquía, Naciones Unidas ha reconocido el fracaso internacional en la ayuda a las víctimas sirias del seísmo.
En Atareb, ciudad que los rebeldes sirios aún mantienen en su poder tras años de lucha contra las tropas gubernamentales, los supervivientes escarbaban entre los escombros de sus casas, recogiendo los restos de sus vidas destrozadas y buscando formas de curarse tras el último de una serie de desastres humanitarios que han asolado la zona asolada por la guerra.
Las excavadoras levantaban escombros y los residentes, con palas y picos, destruían columnas para igualar un edificio derruido.
Decenas de familias recién desplazadas se reunieron para recibir comida caliente de voluntarios locales y del gobierno local, dirigido por la oposición. Un ciudadano fue de tienda en tienda repartiendo fajos de billetes en un refugio improvisado: el equivalente a unos 18 dólares por familia.
Los sirios estaban haciendo lo que han perfeccionado durante años de crisis: confiar en sí mismos para recoger los pedazos y seguir adelante.
"Nos estamos lamiendo nuestras propias heridas", dijo Hekmat Hamoud, que había sido desplazado dos veces por el conflicto sirio antes de encontrarse atrapado durante horas bajo los escombros.
El enclave rebelde del noroeste de Siria, donde más de cuatro millones de personas luchan contra los despiadados ataques aéreos y la pobreza rampante, fue duramente golpeado por los terremotos del 6 de febrero.
Muchos de los habitantes de la zona ya estaban desplazados por el conflicto y vivían hacinados en tiendas de campaña o en edificios deteriorados por los bombardeos. El seísmo mató a más de 2.000 personas en el enclave, y desplazó a muchas más por segunda vez, obligando a algunos a dormir bajo los olivares en el gélido clima invernal.
  

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